sábado, 25 de junio de 2011

El Puente

En un ataque de nostalgia patria, eché mano de mi videoteca y decidí ver la película "El Puente", protagonizada por Alfredo Landa. Nada más español. Aunque la primera escena no podía ser más prototípica (un grupo de mecánicos echando requiebros a una escutural señorita), pronto me di cuenta que no iba a ser una españolada al uso. Y es que la mano de Bardem se deja notar.
El género de "Road Movies" o películas de carretera es bastante inusual en nuestra cinematografía. Sin embargo, lo poco que se ha hecho, ha tenido, en general, bastante calidad. Me vienen a la memoria la muy interesante aunque algo irregular "Cara de Acelga", o la más sólida "Carreteras Secundarias". En este caso, se mantiene el nivel, ya que, para mí, "El Puente" es una excelente película.
Las carreteras de la España de los 70 son el decorado que atraviesa Alfredo Landa a lomos de su motocicleta. Ciertamente han mejorado mucho desde entonces. Pero lo que se ha ganado en comodidad, se ha perdido en encanto y aventura. No me imagino una "road movie" en la España actual.
Por esas viejas y entrañables rutas, Landa va encontrando lugares y personajes que le harán ir cambiando poco a poco de forma de pensar. Estando Bardem detrás, no es difícil imaginar hacia dónde se dirigirá el cambio. Pero hay tres razones para ser indulgente con el maniqueísmo que derrocha la película. Está muy bien hecha, Landa está, como siempre, soberbio, y en la época en la que se rodó, las cosas eran diferentes. Los sindicalistas se reunían en las parroquias, luchaban por los trabajadores y no le bailaban el agua al gobierno (que se lo digan a Marcelino Camacho). Los señoritos sólo eran de derechas y en el 76 todavía había presos políticos en nuestras cárceles. Lo malo es que hay mucha gente que aún no se ha enterado o no se quiere enterar que estamos en otra época muy distinta. Pero eso es otra historia.
Por cierto, como dato curioso, el DVD de "El Puente" lo conseguí con La Razón. Con lo cual me pregunto si el hecho de ofrecer una película anticonservadora obedece a que pensaron que era la típica españolada insustancial, o se dejaron guíar por criterios liberales. En cualquier caso, a "Público" no le hubiera pasado...
Película absolutamente recomendable, aunque sólo sea por ver a Alfredo Landa en todo su esplendor. Y también como testimonio de esas carreteras en las que cada viaje suponía una aventura.

sábado, 11 de junio de 2011

Gothic



Normalmente se considera a una persona como divertida cuando está siempre de fiesta o montando juerga. En cambio, a la gente más parada, se le suele catalogar de aburrida. Estando más cerca de lo segundo que de lo primero, no puedo estar más en desacuerdo con esta afirmación. Una persona de las "aburridas" puede estar entretenida con poca cosa, y no necesita montar jarana para divertirse. En realidad, los "divertidos", son los que más se aburren, porque si no están en un entorno ajetreado, lo pasan mal.
Yo sólo necesito un par de zapatillas, una camiseta y un pantalón de deporte para salir a correr y pasar una hora de lo más entretenida. O un ordenador y un juego de estrategia que me hará estar pegado a la pantalla y perder la noción del tiempo.
Es curioso lo de los juegos de ordenador. En los 80, los juegos para Spectrum 48k, costaban alrededor de 2.500 pesetas. En la actualidad, más de 20 años después, hay una revista de videojuegos que ofrece uno cada semana. Revista y videojuego para pc (evidentemente con una información muy superior a 48 kb) están a la venta por 3,99 € (unas 665 pesetas). Por supuesto he hecho acopio de ejemplares y ahora dispongo de un gran surtido de videojuegos que no son el último grito, pero me han hecho pasar ratos muy divertidos, a pesar de ser una persona "aburrida".
Uno de los más destacados fue el "Gothic", un juego de rol en el que encarnas a un personaje enviado a una colonia penal cubierta por una cúpula mágica. Si a eso le añado que tienes que luchar contra orcos, dragones, y puedes hacer hechizos, directamente me miraréis con cierta condescendencia, o pensaréis que me falta una tuerca. Sin negar esto último, puedo asegurar que ese juego es una obra maestra. Se tiene una sensación de libertad total. Los escenarios son enormes y se puede hablar e interactuar con muchos personajes, que nos tratarán de una forma u otra según nuestras acciones. La segunda parte es igual de buena, pero mucho más grande. Es decir, un auténtico peligro cuando te engancha. Allí no hay cura de desintoxicación posible. Hasta que no se acaba el juego no se puede parar.
Una característica de los juegos de rol es que el personaje va ganando habilidades conforme avanza la aventura. En este caso empieza siendo un paria que no tiene dónde caerse muerto y no conoce a nadie. Poco a poco, iremos ganando fuerza y destreza, a la vez que conoceremos gente y seremos respetados e incluso temidos. En mi periplo británico he observado muchas similitudes con este videojuego. Cuando llegué, mi inglés era manifiestamente mejorable y me costaba mucho entender a la gente y hacerme entender. No tenía trabajo y al principio aceptaba todo lo que me ofrecían. Aparte del amigo con el que vine, el resto del mundo me ignoraba. Poco a poco, a base de un arduo trabajo he ido avanzando en la aventura. Mi inglés es aceptable y soy capaz de entender a la mayoría de la gente, aunque a veces me tengan que repetir la jugada. Mis trabajos han ido mejorando poco a poco. De "kitchen porter" he pasado a "quality controller". Casi nada. Y mi vida social cada vez es más satisfactoria. Pero aún quedan muchos orcos por matar, muchos hechizos que aprender, muchos mundos por visitar y muchas destrezas que adquirir. No descansaré hasta entender a los pakistaníes, tener un trabajo con horarios razonables y conseguir que mis conocidos sean realmente amigos.
Lamentablemente en esta peripecia no puedo guardar la partida cuando las cosas se ponen feas, y las flechas que me disparan duelen de verdad. Pero en ningún caso me arrepiento de haberla iniciado.