sábado, 30 de julio de 2011

Portsmouth



Tras 13 días confinado en una ruidosa y ajetreada factoría, necesitaba una escapada a toda costa. Nada mejor que un destino marítimo para tal menester, así que el sábado por la mañana cogí un autobús rumbo a Portsmouth, ciudad portuaria del sur de Inglaterra. Como suele ser habitual, estas excursiones las hago en solitario. Tiene sus ventajas, pero la verdad es que hago de la necesidad una virtud, más que otra cosa. En este caso, no iba a ser así. A mitad de camino me llegó una grata sorpresa en forma de mensaje. Un amigo de Slough se apuntaba a la expedición.
Nada más llegar a mi destino, la brisa marina y el fantástico paisaje con la Isla de Wight al fondo me hicieron revivir. Pero el mar no sólo es sinónimo de vacaciones, solaz y diversión. También ha sido escenario de momentos dramáticos. Uno de ellos el el Desembarco de Normandía. Una de las bases empleadas para la operación Overlord fue Portsmouth, de ahí que hayan creado el museo del "Día-D" para conmemorarlo. Evidentemente no pude resistir la tentación y allí me dirigí en primer lugar. El museo contaba con un audiovisual sobre el desembarco y sus preparativos, amén de numerosos objetos, fotografías y explicaciones. Nada muy destacable, excepto una barcaza de desembarco que sobrevivió al Día-D a la que me pude subir y sentirme cual aliado antes de ser masacrado en la playa de Omaha. A la salida me estaba esperando mi amigo, con el que recorrimos la ciudad. Aparte de la zona paralela a la costa, con zonas muy pintorescas, el resto de la ciudad cuenta con rincones interesantes.
Entre ellos, la casa natal de Charles Dickens, convertida en museo. Ciertamente está muy bien conservada, pero no me llamó mucho la atención como museo. Creo que el mayor interés radica en ver cómo era una casa de principios del siglo XIX, excepto para los muy fans del escritor.Yo me quedo en fan a secas.
Luego nos dirigimos al museo de la ciudad. Ya sé que hay más de uno, pero se llamaba "City Museum". En el trayecto llegamos a una plaza, que parecía ser el centro de la ciudad. Además de una estatua erigida en honor de la Reina Victoria y algún edificio monumental, en el centro de la plaza había dispuestas unas decenas de sillas mirando a una pantalla gigante en la que se estaba proyectando la película "Carros de Fuego". Hay que ser optimista para planificar una sesión de cine al aire libre en Inglaterra. Pero en este caso les salió bien la jugada, ya que ese día no llovió.
El museo de la ciudad resultó ser bastante interesante. Contaba con una sección dedicada a Sherlock Holmes. Se ve que su creador Conan Doyle vivió unos años en la ciudad. Como se puede comprobar, estos ingleses necesitan pocas excusas para montar un museo. No podían faltar las alusiones al "Blitz" o bombardeo alemán sobre Inglaterra y la tenaz resistencia que cada ciudad demostró.
Tras visitar 3 museos nos preocupamos de cosas más primarias y buscamos un lugar para echar un bocado. El destino elegido fue el muelle recreativo, que se puede decir que no ha envejecido muy bien, habida cuenta de los colores de algunos de sus edificios, auténticamente desfasados. Lo que sí parecía bastante fresco era el bacalao que nos echamos al cuerpo, en la, poco adecuada para dietas de adelgazamiento, forma de fish&chips.
En el último momento me enteré de que la playa que más cubicaba estaba en la zona de Southsea, en la zona este de la ciudad. Sólo nos dio tiempo a llegar a un muelle un poco menos desfasado que el anterior, desde donde empezaba una larga y apetecible playa. Quedó pendiente para futuras visitas, ya que contaba con el tiempo justo para volver a coger mi autobús de vuelta. Mi amigo se volvió en tren(siempre ha habido clases), así que en el muelle nos despedimos con la intención de vivir nuevas y fascinantes aventuras en el futuro.

jueves, 14 de julio de 2011

Southend-on-Sea



El sábado pasado me las prometía muy felices ante la perspectiva de visitar el "Thorpe Park", parque de atracciones conocido (por lo menos por mí) porque en él se desarrolló un capítulo de la archiconocida (también por mí) serie "The Inbetweeners". Los organizadores de tal evento desistieron a última hora con lo que tuve que improvisar a riesgo de tener que pasar mi único día libre confinado en una casa, en la que actualmente moran 3 bebés y un perro. Así que cogí un mapa, y busqué la costa. Me fijé en dos destinos más o menos cercanos (Hastings y Southend-on-Sea) y consulté horarios y precios. La ventaja de vivir cerca de Londres es que desde allí hay enlaces a todas partes. Y en muchos casos a precios más que razonables. En este caso, por apenas 10 libras me saqué el billete a la luz y la inmensidad del mar que baña Southend-on Sea. Se trata de una localidad al este de Londres, a orillas del final de la ría que forma el Támesis en su desembocadura.
El trayecto en tren se animó cuando nos acercamos a la costa. La marea baja dejó una gran cantidad de barcos varados en la arena.
El tren me dejó junto a la calle principal,que, para variar, contaba con una gran actividad comercial y estaba repleta de las mismas franquicias que podemos encontrar en todo el país. Pero esto contrastaba con unos tenderetes a lo largo de la calle en los que se vendían productos artesanales y alimentos de las granjas y fincas de los alrededores. Así, en la misma calle convivían dos formas de ver el comercio, y si se me apura, hasta de la vida.
La calle conducía hacia el mar. No había ido allí de compras, así que no perdí mucho tiempo y me dirigí a la playa. Allí me esperaba un pequeño parque de atracciones que, desgraciadamente, me pilló un poco mayor. Más interesante me pareció el muelle, una pasarela que se internaba más de 2 kilómetros en la costa, y que era descrito como "el muelle recreativo más largo del Mundo". El argumento me convenció para desembolsar 3 libras y patearlo hasta el final. Allí no había gran cosa:una tienda, un bareto y un destacamento de salvamento marítimo. Pero las vistas valían la pena. Para los más vaguetes, un pequeño tren hacía el recorrido de ida y vuelta.
De vuelta a tierra firme, seguí caminando por el paseo marítimo. La playa era casi en su totalidad de piedras. Además había bastantes murallas y baluartes defensivos que se construyeron en prevención de un ataque alemán en la II Guerra Mundial.Por si eso fuera poco, el paisaje que ofrecía el otro lado de la ría era más bien industrial.A pesar de tan poco paradisiaco escenario, la playa contaba con cientos de casetas, que a modo de apartamento minúsculo, contaban con cocina y espacio para un par de camas. Una manera económica de estar en primerísima línea de playa, aunque no sea la de Tahití.
Había que reponer las calorías empleadas en patear. Nada mejor allí que un "fish&chips", una de las estrellas de la gastronomía británica. El bacalao rebozado con patatas fue tan contundente, que hasta un estómago a prueba de bombas como el mío, estuvo resintiéndose un par de horas.
Tras una breve visita por las tiendas,llegué al museo de la ciudad, al que accedí 20 minutos antes de su cierre. Tampoco daba para mucho más. Se trataba de una breve historia de la ciudad en la que no podía faltar la heróica resitencia de sus ciudadanos durante la II Guerra Mundial. Habiendo cubierto ya el cupo cultural, gastronómico y recreativo tocaba volver a casa. La marea había subido, y los barcos que por la mañana estaban inmóviles en la arena, contaban ahora con calado suficiente para hacer de las suyas. Es sorprendente cómo puede cambiar un paisaje en sólo unas horas.
Al llegar a Londres, aproveché que el tren me dejó cerca de Whitechapel para hacer una ruta descrita en un libro que nos lleva por los lugares donde "Jack el Destripador" hizo de las suyas. El hecho de que aún fuera de día, que la zona está muy remodelada, y que la mayoría de la gente de la zona proviene de Bangladesh (nada en contra de ellos, pero no ayudan en nada a recrear el ambiente victoriano) hizo que dejara esta morbosa visita para mejor ocasión.
Tenía curiosidad por ver cómo era una ciudad costera y turística de Inglaterra. La verdad es que Southend-on-Sea no carece de atractivo. Unas vistas menos fabriles, una playa de arena y un clima español, harían que pudiese competir con Benidorm. Pero seguramente para alivio de los turistas y residentes en la zona, todavía no puede.